Las clases existen, es un hecho. El discurso de lucha de clases está ahora de actualidad por la crisis que nos estamos comiendo, pero aún hay detalles que están rezagados por parte de la antigua “clase media” reconvertida ahora a “engañados por el capitalismo”. Una de estas cosas es el vehículo propio y su uso y disfrute en ciudad. Como clase media, todos teníamos “derecho” a un automóvil, a autopistas y autovías de tres carriles en cualquier pueblucho de más de 10 000 habitantes, a aparcar donde nos saliera de los bemoles; pero esto no se ha dejado atrás al caer en picado la “clase media”, y todo el mundo sigue queriendo que no les toquen el coche. (Nota: no es un discurso tipo «comunistas con iPhone», seguid leyendo antes de despotricar…).
Escribo esto en un arrebato a vuelapluma tras compartir en Twitter este artículo sobre el conflicto de Gamonal y recibir una respuesta sobre que el artículo “destilaba clasismo” (@culpable!). Eso sí, me ha costado dos días publicarlo, pero allá vamos.
Os recomiendo que os lo leáis porque desde el punto de vista de movilidad urbana es muy ilustrativo. En resumen, el artículo viene a hacer una analogía con calesas de caballos para discutir la planificación urbana respecto al tráfico rodado y los peatones. La conclusión es que el hecho de que muchos hayan adoptado las calesas de caballos como su medio de transporte personal no tiene que influir en la sostenibilidad urbana: las calles siguen siendo espacios comunes a compartir por los medios de transporte más ecológicos (bici, caminar y transporte público) con los privados, favoreciendo a los primeros por pura “lógica ecológica”. En el caso de Gamonal, el hecho de que los vecinos quieran parar un parking de pago que a costa de reducir el número de aparcamientos gratuitos es una decisión que, aislada del resto de datos, favorece la perpetuación del coche como vehículo prioritario en las ciudades. Y tener un vehículo privado que cuesta varios miles de euros NO es de clase baja.
Nótese que no he dicho nada de politiqueos, corruptelas, sobornos y de que los vecinos pueden llegar a estar hasta los huevos. Sólo hablo desde el punto de vista de la sostenibilidad urbana. Aun y todo, acusar al artículo de clasista es un poco raro, puesto que el propio artículo habla de clases. Pone un ejemplo muy bueno: las clases altas de la Diagonal de Barcelona hicieron presión en contra de la conexión del Trambaix y el Trambesòs (las dos líneas de tranvía existentes en la ciudad) para conseguir lo mismo: la perpetuación egoísta del automóvil como transporte urbano a pesar de todos los problemas que conlleva.
Pero no es la primera vez que me encuentro esto. En el caso concreto de Estocolmo, existe un peaje para entrar en la ciudad. Básicamente se cobra una cantidad determinada dependiendo del horario cuando los vehículos pasan por alguno de los puentes que entran en la ciudad. Os recomiendo ver el siguiente vídeo para entender cómo y porqué se hizo esto hace unos años, y los resultados que ha tenido:
Alguien me comentó que estos peajes eran clasistas. Que atacaban a las clases bajas que son las que no tienen recursos para pagarse esto. La respuesta es que, en comparación a lo que cuesta la amortización del vehículo, la gasolina, parking, etc. (ejemplo práctico para Madrid) el coste del peaje no es tan significativo. Y estamos hablando de entrar a la ciudad con el coche, donde a) la red de transporte urbano es excepcional y b) la proporción de salarios elevados es mucho mayor que en las afueras (no tengo datos de esto, pero vamos, parece de cajón que en el centro de la ciudad con todos los bancos, consultoras, bufetes de abogados y tiendas de alta gama habrá una mayor proporción de trabajadores cualificados ganando un salario elevado). El peaje no te afecta si eres del extrarradio y curras en un pabellón industrial donde a duras penas llega el transporte público.
Otro punto a tener en cuenta es que, por defecto, las clases acomodadas tendrán mucha más cintura a la hora de ajustarse a reformas como éstas. Pero esto ocurrirá para cualquier caso, no solo en estos dos concretos.
El problema de Gamonal es mucho más complejo que simple planificación urbana, pero eso no quita que hacer un parking en lugar de aparcar en la calle es lo que se debe hacer para hacer las ciudades más habitables. El parking de pago es una necesidad para las ciudades sean más sostenibles y los espacios urbanos reconquistados por los peatones y ciclistas.
Mi conclusión es la siguiente: la ciudad es para todos. Tener un coche es un privilegio que, en cuanto a sostenibilidad urbana se refiere, no es óptimo ni recomendable. Si alguien quiere tener un automóvil, ha de pagar por la utilización de los espacios comunes y se ha de acostumbrar a que cada vez serán menos las facilidades dentro de las ciudades para que él plante su trasto. Y os lo dice un acomodado dueño de automóvil en el centro de Estocolmo, donde pago por un garaje y sólo lo uso los fines de semana y emergencias.
Difunde para que otros puedan ignorarme: